Cuando una pareja decide contraer matrimonio por la Iglesia se está comprometiendo a cumplir determinadas cosas, al respecto el Catecismo de la Iglesia Católica especifica que son:

-La indisolubilidad, es decir, que el vínculo sea hasta la muerte

-La fidelidad 

–Abrirse a la fecundidad.

-La educación de los hijos.

“Por su naturaleza misma, la institución misma del Matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación”, señala el Catecismo.

El Catecismo específica que hay personas que han estado abiertas a la procreación, pero Dios no ha querido en sus infinitos misterios, concederles ese don. El matrimonio de esas personas es válido sin duda, ya que ellos sí se encuentran abiertos a la vida.

A la causal de nulidad matrimonial por ‘no querer tener hijos’ se le conoce como exclusión de la prole.

Una persona que al contraer matrimonio expresa que estará abierta a aceptar los hijos que Dios quiera mandarle, pero en realidad es mentira, ya que posteriormente en la práctica se niega a tenerlos, tantos cuánto Dios quiera enviarle, está poniendo las condiciones para que no exista ese matrimonio.

Por ello todo fiel católico debe considerar y reconsiderar realmente y delante de Dios quién y cómo es la persona con la que decidirá unir su vida “hasta que la muerte los separe”.