La noche del Jueves Santo, en el Cenáculo, el mismo Señor se ocupaba de su retorno a la gloria, preparando a los apóstoles y anunciándoles la gloria a la que se dirigía, que no era otra que la exaltación de la santa Cruz. La gloria de Cristo es la Cruz.

“Hijitos míos…” No es frecuente encontrar en el Evangelio diminutivos en boca de nuestro Señor. Era tanto el afecto que tenía a sus discípulos que quiso expresarlo de esta forma. Debía dejarles: primero con su muerte; después de su resurrección, con su ascensión al Cielo. Ellos todavía no eran idóneos para seguirle. Debían buscarle mediante la penitencia y mediante el deseo.

Pero antes de partir les enseña cómo se harán idóneos. Un mandamiento nuevo les da: “Ámense los unos a los otros… como yo los he amado”. Es un nuevo Espíritu el que ha de realizar el mandato, el del Amor, el de la Caridad. Mas la novedad radica, especialmente, en el “como Yo”. ¿Y cómo ama Cristo? Su Amor es gratuito, su amor es eficaz, su amor es recto. Gratuito porque toma Él la iniciativa; no espera a ser amado. Eficaz, porque no se queda en palabras; se entrega por nosotros hasta la muerte, hasta derramar la última gota de su Sangre. Recto, porque lo que busca es llevarnos a Dios, sin que intervenga en el acto de su voluntad alguna torcida intención (el deleite o el beneficio).

“En esto conocerán que son mis discípulos”. Podía nuestro Señor haber puesto otras señales de nuestro ser cristiano, pero quiso fuese ésta, la Caridad. Si quiero enrolarme en su ejército, si quiero sumarme a la milicia de Cristo, si quiero ser su discípulo debo llevar esa marca, debo amar a su manera.

Mientras esto hacía nuestro Divino Maestro, muy ocupado andaba Judas preparando la entrega del Señor a la muerte y por eso salió del Cenáculo.

Y tú, ¿Qué piensas hacer con tu vida? ¿Pelearás al lado de Cristo por la gloria de Dios? ¿Dedicarás tus fuerzas saliendo a entregar al Señor, de nuevo, a la muerte con tus pecados y tus abandonos? ¡Ojalá prenda en ti, en todos nosotros, ese fuego de Caridad que, brotando del Corazón de Jesús, abrase al mundo entero!

(Texto inspirado en el comentario de Sto. Tomás de Aquino al Evangelio de S. Juan)