De entre los temas que menos atraen mi interés resalta bastante todo lo concerniente al Halloween. Sin embargo, al tener algunos hermanos de comunidad con algunas dudas sobre el tema compartiré algunos datos objetivos junto a algunas apreciaciones personales que quizá les resulte de utilidad.
Origen del término
Nos va a remitir a una práctica litúrgica, repito, litúrgica: la vigilia de todos los santos, cuya apócope de origen anglosajón sería “All Hallow’s Eve”. Vigilia que en las celebraciones novus ordo ya no existe como muchas otras que incluso antes de las reformas litúrgicas del Concilio Vaticano II desaparecieron del misal.
Este conjunto de oraciones y ceremonias litúrgicas tienen en la Iglesia un origen incierto que se podría rastrear tanto en oriente como en occidente y con fechas distintas. Por poner algunos ejemplos, a inicios del s. IV la ciudad siria de Edesa celebraba algo similar el viernes después de pascua, en el mes de mayo, mientras que en Antioquía el primer domingo después de pentecostés; San Juan Crisóstomo es uno de los que narra muy bien estas celebraciones; en occidente se recordaba a los mártires el primer domingo de pentecostés (principalmente a las víctimas de Diocleciano), en fin, todo parece indicar que fue hasta el s. VIII, con el Papa Gregorio III (731-741) que se dedicó por primera vez un oratorio en la basílica original de San Pedro en honor de todos los santos el primero de noviembre. Luego acontecieron varios hechos históricos más, que no veo necesario mencionar por ser de fácil acceso, que terminaron por consolidar la fecha litúrgica mencionada con su respectiva vigilia, es decir, la noche previa a la fiesta litúrgica.
Contenido pagano y sincrético
Sin ninguna vinculación directa al origen de la conmemoración litúrgica de todos los santos, como es de esperarse, muchos pueblos paganos, llamados celtas[1], desarrollaban sus propias costumbres como las que narra Julio Cesar en su Bello Gallico (Libro VI, 16) o las que presenta Tácito en sus Anales (XIV, 30) sobre los Cultos bárbaros; costumbres que se mantuvieron principalmente en las Islas Británicas y el norte de Francia en donde se adoraba a la deidad Samhain como una especie de fiesta de año nuevo que coincidía con el 31 de octubre de nuestro calendario, fecha de quema de ofrendas (alimentos, animales y a veces humanos)[2]. De esta manera, aún cuando ya no existían los pueblos celtas, estas prácticas se multiplicaron diversificándose en un amplio abanico de costumbres sincréticas a lo largo de los siglos. Vamos, sin ir tan lejos, la recientemente fallecida Reina Isabel II de Inglaterra participó en su juventud de rituales que pretenden remontarse a las antiguas costumbres celtas (aunque vinculados muchas veces a la masonería y con vertientes diversas) bajo organizaciones de índole druídico. Ese desarrollo sincrético es el que en determinado momento terminó por unirse al metaplasmo Halloween, aunque también se mantuvieron los nombres Samhain y Calan Gaeaf, de origen irlandés y galés, para hacer referencia a estas prácticas hasta el s. XIX como lo explica el historiador Ronald Hutton en su libro “The Stations of the Sun: A History of the Ritual Year in Britain”. Por otro lado, conviene mencionarlo, algunas investigaciones más recientes señalan un origen diferente del término, más popular y menos erudito que el mencionado a partir de un testimonio ofrecido por Guillermo de París y que data del s. XIII relacionado a la procesión de difuntos el cual se denominaba «vulgari gallicano Hellequin et vulgari hispanico exercitus antiquus» significando Hellequini “ejército antiguo” y designando sobre todo al que capitaneaba esta procesión. Este término también derivó en arlequín, el cual curiosamente usaba comúnmente un disfraz y una máscara.
Sincretismo y piedad popular
Los bretones siempre tuvieron una particular devoción o asociación con las almas de sus antepasados. En algunas zonas rurales hasta ahora se pueden encontrar personas que creen que sus difuntos pueden estar cumpliendo su purgatorio en campos, granjas o caminos poco frecuentados. Si se menciona el nombre de un difunto inmediatamente se responde con un “Peace to their souls”, paz a sus almas. Y es que, como es bastante frecuente también en otras partes del mundo, por siglos estos pueblos mantuvieron creencias paganas junto a las cristianas, razón por la cual es fácil encontrar literatura que confirma cómo junto a la celebración litúrgica persistió, por ejemplo, el creer que durante 48 horas las almas de los difuntos eran liberadas del purgatorio para visitar sus antiguos hogares. Cosa que ya nos deja ver cierta similitud con el Halloween actual, aunque para ser justos, jamás manifestaron un carácter festivo en estas fechas, eso era más usual en Escocia e Irlanda, los bretones le daban un marcado carácter de oración a la fecha en cuestión, extendiendo el sentir de las “black Vespers” rezadas en las parroquias al ámbito social con prácticas piadosas muy interesantes como las visitas a los cementerios con himnos y oraciones tradicionales, pero siempre con elementos del folklore popular como por ejemplo, la campana que tocaba a las nueve de la noche un miembro de la comunidad indicando que nadie debe estar fuera de casa para poder recibir a las almas visitantes. Los únicos que transitaban bien entrada la noche eran los famosos “chanters of the dead” (cantores de los muertos) que recorrían el pueblo yendo de casa en casa tocando las puertas para despertar a las personas pidiendo oraciones entonando el “lamento de las almas”. Al día siguiente tanto vivos como muertos, tenían que asistir juntos a misa.
Las costumbres en estas fechas fueron muy variadas y cambiaban bastante según el lugar. Y como ya dije muchas de ellas han persistido hasta nuestros días, aunque sufrieron momentos de prohibición como los que impuso la reina Isabel de Inglaterra en su momento. No se puede negar que este tipo de prácticas tenían un marcado carácter familiar y hogareño vinculadas al sentir católico como el rezar por los difuntos. En este sentido encontramos testimonios de cómo se ofrecían mantecadas llamadas “tortas del alma” a cambio de oraciones por las almas con frases que fueron desapareciendo tras la reforma protestante: “A soul-cake; a soul-cake, have mercy on all Christian souls, for a soul-cake” (una torta para el alma, un pastel de alma, ten piedad de todas las almas cristianas, por un pastel de alma). Con el paso del tiempo esta idea fue cambiando, probablemente por el influjo protestante, reduciéndose a pedir alguna comida o golosina. De forma concomitante, las costumbres más cercanas a los antiguos cultos celtas también fueron desarrollándose en estos pueblos, los cuales agregaban a la supuesta libertad que tenían las almas de los difuntos en estas fechas, y que ya hemos mencionado, la presencia de toda clase de seres espirituales con intereses diversos, a veces malos a veces buenos, que constituirá, por ejemplo, el origen del famoso trick-or-treat, (que suelen traducir como truco o trato aunque sería más exacto interpretarlo como travesura o dulce), y del también muy conocido jack-o’-lantern, Jack el de la linterna, aparentemente de origen irlandés vinculado al espíritu que de no recibir el respectivo pago efectuaría el truco o maldición sobre la casa, la familia, el ganado, etc. Aunque existen muchas variantes del origen de este personaje, por lo general, suele hacer referencia a una vieja narración de un condenado a deambular entre el bien y el mal sin mayor luz que unas ascuas ardientes que del infierno le tiraron para luego acabar en un nabo a modo de linterna. La historia es fácil de encontrar en internet por lo que no gastaré líneas narrándola. Lo cierto es que, como ya mencioné, las costumbres que mezclaban elementos de piedad católica con paganas fueron tantas y tan variadas que sería una tarea enciclopédica titánica el mencionarlas todas.
En Polonia era muy común que los agricultores preparen una comida especial la noche del Día de los Muertos, con asientos vacíos y platos listos para las “almas” de los familiares difuntos. En las provincias alpinas de Austria, los niños indigentes y los mendigos solían ir de casa en casa, recitando una oración o cantando un himno para las almas santas, recibiendo a cambio pequeñas hogazas del “pan de alma”. En Hungría el “Día de los Muertos” (Halottak Napja) era día de guardar y se compartían costumbres tradicionales con la mayoría de pueblos de Europa central entre las cuales encontramos el ofrecer comida y regalos a los niños huérfanos. En fin, todas y cada una de estas prácticas, piadosas algunas y neopaganas otras, son el preámbulo de lo que luego llegó a EEUU.
El giro estadounidense de Halloween
Es curioso notar cómo no fue la influencia británica la que insertó en Estados Unidos la costumbre de celebrar Halloween sino más bien la migración irlandesa que se dio a mediados del s. XIX por la tristemente famosa hambruna de la patata, migración que trajo consigo el carácter festivo que los bretones jamás ostentaron. Entre otras cosas, la costumbre de tallar los jack-o’-lantern aunque no ya en nabos sino en calabazas, mucho más sencillas de tallar y más fáciles de encontrar. Tal manera de festejar el Halloween, desprovisto ya casi en su totalidad de los vestigios católicos, no tuvo carácter masivo hasta 1921 con el primer desfile de Halloween del estado de Minnesota y se internacionalizó gracias a la industria del cine entre la década de los 70’ y 80’ tomando la forma que actualmente todos conocemos.
Fue luego de esta campaña internacional de exportación que se empezaron a tener noticias abiertas de organizaciones reunidas en torno a la brujería y al satanismo, y es que el proceso de secularización cobró marcados matices sobrenaturales y macabros. En este sentido, el instituto de investigación estadounidense Pew ha señalado cómo en los últimos 30 años la “wicca” -una religión neopagana vinculada con la brujería- y otras creencias relacionadas con la magia son los credos que más han crecido en EE.UU. En 1990 alrededor de 8 mil personas se identificaron como seguidores de la brujería pagana, para el año 2000 la cifra aumentó a 134 mil y en 2014 ya superaban el millón. Y junto con su crecimiento se van haciendo conocidas también sus preferencias festivas en donde Halloween tiene un lugar privilegiado siendo ocasión de las más diversas y horrendas prácticas neopaganas de nuestros tiempos que van desde aberraciones sexuales hasta ofrendas de bebés abortados al mismo Satanás. Cuestiones que estas mismas organizaciones exponen sin mayor reparo. Estas son las cifras que evidencian una constante evolución en cuanto al contenido del Halloween. Habría que ser muy necio para negarse a reconocer este demoniaco avance y tratar al Halloween como una simple fiestecita infantil con un remoto y sincrético símil católico.
Apreciaciones personales
Me resultan en extremo desnortadas las disputas que a veces suelen darse entre católicos a partir de un análisis meramente nominal de si puede o no el católico celebrar Halloween cuando lo problemático aquí es el contenido y no tanto el nombre de la festividad. Halloween se ha convertido en uno de los eventos que más dinero mueve, superado únicamente por la Navidad, por lo que resulta imposible ignorarlo sin más, está presente dentro y fuera de la casa, al abrir una revista o el periódico, al encender la radio, la televisión o la computadora para navegar por internet. En este sentido puedo entender la preocupación de algunos padres católicos.
En su momento el gran Vázquez de Mella se lamentaba el que no hayan sido los católicos quienes hubiesen hecho suyo el término “socialismo” ya que etimológicamente hablando denota perfectamente el papel fundamental que la sociedad, jerárquicamente organizada con sus diferentes cuerpos intermedios, tiene en la doctrina política católica. Sin embargo, al haber sido los ateos comunistas quienes se apropiaron de tal término, optó por hacer uso del término sociedalismo ¿Por qué cuento esto? Porque hubiera sido completamente contrario a la virtud de la prudencia el pretender arrebatarle el término socialismo a los enemigos de la fe reivindicándolo con el mero uso cotidiano sumado a un sentido católico que sin previa explicación pasaría desapercibido, por lo que podría incluso beneficiar a los enemigos de la fe dando la errónea imagen de un intento de acercamiento hacia aquella ideología condenada por la Iglesia. De forma análoga, me parece una pérdida de tiempo el disfrazar de santos a los niños como una especie de reivindicación de lo que alguna vez fue una simple ceremonia litúrgica de vigilia. Peor aún mandarlo a pedir duces como los demás niños que celebran el Halloween de índole neopagano con la simple excusa de que en muchos lugares alguna vez se pedían cosas a cambio de oraciones por las almas (que, como ya hemos visto, por lo general incluía alguna creencia contraria a la fe católica). Con esto no digo que el mal social no pueda revertirse ¡faltaba más! la cuestión aquí es ver qué acción o estrategia es la más eficaz para la contrarrevolución. Si el supuesto propósito cristiano no puede prevalecer sobre el tono macabro, neopagano y satánico del Halloween actual entonces resulta tonta la molestia de aquellos católicos que se oponen a los sacerdotes y fieles que combaten el Halloween, tachándolos de ignorantes solo por no mencionar el origen católico del término. Igual de tonto sería que yo me oponga a quienes atacan al socialismo por ser un término que designa algo muy propio de la doctrina social y política de la Iglesia.
Las tradiciones con respecto a los difuntos son en extremo diversas en los países con presencia católica, incluso dentro de estos hay tantas variaciones como regiones y comunidades locales. El católico tendría que ser lo suficientemente juicioso y responsable como para investigar si tal o cual costumbre tiene un aspecto revolucionario o sincrético ajeno a la fe católica, por poner un ejemplo de mi país, en Perú son muy comunes las hermandades que se reúnen en torno a la devoción de un santo, alguien de afuera podría decir ¡Qué bueno! ¡Que no se acabe nunca! Pero claro, no tienen idea de los múltiples problemas que se presentan en las zonas populosas con borracheras de por medio después de cargar la imagen del santo (muchas veces sin previa coordinación de la autoridad eclesiástica competente) vinculada sincréticamente a una praxis social muy marcada en determinada región del país. O las costumbres en algunas zonas del norte que mezclan chamanería con la devoción a la Sagrada Familia a la que invocan mientras el brujo -supuestamente bueno- pasa el huevo, la ruda, o escupe algún líquido extraño al que ha sufrido algún mal de ojo o cosa similar. Estos ejemplos son mil veces más fáciles de combatir con una correcta procesión y una ordenada devoción a la Sagrada Familia que el Halloween promovido por el globalismo con un impulso insuperable. A nadie le va a importar si el niño fue vestido de santo con una intención supuestamente católica a partir de tal o cual tradición (muy posiblemente extinta) o simplemente representa un disfraz más, si pide dulces a cambio de oraciones o si los pide siguiendo la moda hollywoodense que vio en alguna película gringa; el querer cristianizar así esta festividad tal como hoy está enquistada será tan difícil como endulzar el mar con una gota de agua azucarada.
Algunos argumentan que el disfrazarse no tiene nada de malo, que no es inmoral, yo les pregunto ¿Tiene algo que ser inmoral en sí mismo para ser rechazado? ¿Dónde queda el sentido común entonces? Ponerse el pantalón en los brazos y la camisa en las piernas tampoco es inmoral en sí mismo ¿Entonces por qué no lo hacemos? porque resulta estúpida dicha práctica ¿En verdad quieres disfrazarte justo ese día supuestamente para reivindicar el all Hallow’s eve cuando lo único que en determinado momento tuvo carácter universal fue la vigilia de la fiesta de todos los santos en un ámbito estrictamente litúrgico? Por otro lado ¿Por qué la fijación justo con esa vigilia en particular? ¿Por qué será que aquellas personas que no se cansan de repetir el origen nominal de dicha fiesta en una vigilia católica no se esmeran también en revisar las diferentes tradiciones nacidas alrededor de las muchísimas vigilias que han existido a lo largo de la historia de la Iglesia para revivirlas de alguna manera? Habría que ver con cuidado qué es lo que en verdad le mueve a uno para comportarse así, no vaya a ser que se estén buscando excusas “piadosas” para calmar la consciencia y participar sin remordimiento de las fiestas de disfraces, las caras pintadas, las telarañas, las calaveras (que algunos quieren justificar con el latinajo “memento mori” que parece se está poniendo de moda), las calabazas, el truco o trato y toda acción propia del Halloween que más allá del nombre nada tiene que ver con la fiesta de todos los santos.
De cuando aún existía el virreinato del Perú se tienen testimonios, incluso pictóricos, de costumbres algo similares a las que he mencionado en las zonas europeas con influencia celta, cosa que no debería extrañar para nada; sin embargo, resultaría tonto apelar a tales prácticas para defender la participación de los católicos peruanos en el Halloween actual ya que el interés de quienes esto pretenden es tan profundamente selectivo como grande es su desgana por todas las demás costumbres de esa época que también han desaparecido y que no pretenden restaurar.
Visto así, personalmente me resulta más sencillo y más provechoso, llegado el día de la fiesta de todos los santos, ir a la Santa Misa en familia y usar las sobremesas para hablar del tema con los hijos. Y si, en vísperas de este día, al salir a la calle nos topamos con los niños disfrazados pidiendo dulces de puerta en puerta, será la oportunidad perfecta para recordarle a mis hijos pequeños lo estúpida que es la masa informe cuando sigue cualquier viento de moda por no tener identidad propia. Personalmente ni siquiera me apetece revisar las oraciones litúrgicas de la vigilia, con el Santo Rosario de todos los días y una petición especial por las almas de los fieles difuntos más que suficiente. Algunos creen que porque le meten una intención piadosa ya están cristianizando una práctica o incluso llegan a pensar que ellos solos pueden sentar costumbre. Como si las tradiciones que mencioné hubieran nacido porque a alguien se le ocurrió de un momento a otro la brillante idea y convenció a otros de hacer lo mismo. En lugar de discutir si es o no pecado disfrazarse y pedir dulces en Halloween, el católico debería preguntarse si es o no lo más virtuoso, si es o no lo más inteligente, si es o no la mejor estrategia. Análogo a lo narrado de Vázquez de Mella, creo que celebrarlo como todos lo celebran únicamente modificando la intención y algunos detalles más sería tan contraproducente como empecinarme en usar el término socialismo abiertamente. No resulta exacto el afirmar que nos han arrebatado el Halloween a los católicos ya que las prácticas populares de vísperas de la fiesta de todos los santos fueron tan desiguales en los países con presencia católica y con tantos elementos sincréticos que a nadie se le puede acusar de haber vinculado de forma deliberada y con malicia la apócope Halloween al desarrollo coyuntural de cada pueblo. La vigilia sí que era de los católicos, los que la puedan disfrutar en alguna parroquia donde se celebren los sacramentos según el usus antiquior que les aproveche, los que no siempre pueden ir a la Santa Misa y colocar alguna intención particular.
Lo que sí nos han arrebatado con la malicia propia de la Revolución es el orden temporal, exactamente aquello que debemos restaurar los seglares, como lo manda la Iglesia. El contenido del Halloween actual evoluciona con la revolución cultural y se traslada cada vez con mayor claridad hacia lo satánico. Organizar una minúscula coexistencia aparentemente pacífica entre alguna iniciativa católicas (como el llamado Holywins) y el Halloween neopagano no puede tener otro desenlace que el fracaso si es que no se aborda la necesidad de luchar contra el mal, y el mal total, la Revolución, profundamente liberal e igualitario. Justificarse en el origen del nombre para introducir a los niños en las prácticas del Halloween actual sumándole una buena intención no hace más que prepararlo para la futura derrota cuando dichas prácticas le resulten tan cómodas que no sienta mayor necesidad de combatirlas en su contenido. La Revolución se ataca no solo a partir de los hechos y de las ideas, se debe combatir también a partir de las tendencias. Yo soy católico y no veo por qué tendría que festejar Halloween solo por su origen a nivel nominal, y mientras me sea posible enseñaré también a mis hijos a combatir dicha festividad.
[1] El término celta tiene varios usos, algunos más restringidos que otros, por lo que en muchos casos resulta ambiguo. En este caso lo uso para hacer referencia de forma general a las sociedades tribales de Europa que compartieron cierta cultura material más allá de una lengua indoeuropea que inició en la primera edad de hierro y que pervivió, podría decirse de manera ya bastante diluida, en pueblos herederos de los celtíberos, galos, helvecios, britanos, entre otros.
[2] Samhain, más que una deidad personificada, constituía un momento, un tiempo, a veces un paso, la liminalidad, un periodo de transición. Cfr. Myth, Legend & Romance: An encyclopaedia of the Irish folk tradition
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Samuel Soldevilla Burga
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Excelente artículo, ofrece una perspectiva que no había considerado antes. Se aleja del típico rechazo que solo atina a considerar el Halloween como algo demoniaco. Del mismo modo rechaza el acercamiento solo por un origen aparentemente católico. Suscribo cada palabra. Gracias por el contenido.
Suscribo, se puede decir más alto, pero no más claro.