Este 27 de agosto, durante su octavo consistorio, el Papa Francisco ha creado a 20 nuevos cardenales para la Iglesia. Con estos nombramientos el Papa ha puesto su sello pontificio en el próximo conclave y en la elección del 267º Sucesor de San Pedro.

16 de los purpurados tienen menos de 80 años, y, por lo tanto son electores en caso de cónclave. En datos generales, el 63% de los cardenales electores han sido nombrados por el Papa Francisco desde el inicio de su pontificado. 

Cabe destacar que 21 eran los nombramientos, pero monseñor Lucas Van Looy, 80 años, obispo emérito de Gand en Bélgica renunció a recibir la purpura al declarar: “de no haber sido firme y decisivo en la lucha contra la pederastia en el clero cuando estaba al frente de su diócesis” (16.06.2022). 

El lunes y el martes 29 y 30 de agosto la primera tarea de los cardenales es participar en una reunión para reflexionar sobre la nueva Constitución Apostólica Praedicate Evangelium.

Así, 121 cardenales del Sagrado Colegio de Cardenales han sido elegidos por el 266º de Pedro, de los cuales 83 son electores. 

Benedicto XVI creó a 64 cardenales, de los cuales actualmente 38 son electores. 

Juan Pablo II creó en su largo pontificado a 230 cardenales, de los cuales 50 viven y 11 son electores, sin contar al cardenal Bergoglio, actual pontífice.  

Dentro de algunos nombramientos destacados se encuentra Arthur Roche Roche, mano derecha litúrgica del Papa Francisco. Roche, de nacionalidad inglesa, es el prefecto del dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. El inglés ha defendido fielmente las decisiones del pontífice, respecto a la unidad litúrgica, pero también la necesidad de que la liturgia se adapte “a las necesidades de los tiempos”. 

También ha causado controversia el nombramiento como cardenal del obispo Robert McElroy de San Diego, conocido por los católicos fieles como posiblemente el prelado de izquierda más pro-homosexual en los EE. UU. En los últimos años, McElroy ha provocado indignación por celebrar “misas LGBT”, reprendiendo la posición de la Iglesia sobre los actos homosexuales, instando a los ritos funerarios católicos para los homosexuales activos y apoyando al disidente jesuita p. James Martin mientras criticaba las actitudes “destructivas” de los ‘conservadores’ sobre la sexualidad.